Cristianismo
Cristianismo
6 Agosto 2006
Hace años atrás, en un seminario de Estudios Bíblicos, un amigo nos enseñaba que el apóstol Pablo se habría escandalizado del hecho de que entonces -finales del siglo veinte- los cristianos se veían obligados a apellidar el cristianismo: cristianismo auténtico, cristianismo verdadero, cristianismo renovado, cristianismo militante, cristianismo social, cristianismo ortodoxo, cristianismo liberal, cristianismo contemporáneo, cristianismo conservador, cristianismo radical, cristianismo revolucionario, cristianismo del Reino, cristianismo celular, cristianismo tradicional… Viviendo el hombre contemporáneo sometido a los imperativos de la filosofía del lenguaje, del culturalismo y de la mentalidad postmoderna que, básicamente, supone que toda la realidad no es más que un constructo narrativo, se encuentra en el perturbador predicamento de tener que articular un adjetivo que dé cuenta de la naturaleza y los alcances de su cristianismo. Las palabras, la cultura y la filosofía predominante parecen haber vencido a la vieja palabra del texto original. “Cristiano” ya no es suficiente explicación. Algunos amigos queridos, más entendidos que yo en materias filosóficas, sociológicas, e incluso teológicas, me tratan de convencer que no es sensato hacer afirmaciones tan impropias como aquello de que hay un solo camino, una sola verdad, una sola vida -Cristo-, o de que haya una lectura fundamental del texto y que ella pueda alumbrar a los hombres de todos los tiempos. Me explican que los tiempos han cambiado, que el hombre de hoy, más maduro, más informado, más provisto de herramientas científicas y filosóficas, no acepta discursos “integristas” ni afirmaciones “fundamentales”. Me proponen entonces, lecturas más pertinentes al clima de la época, no sea que me encuentre pronunciando un discurso ininteligible, ingenuo y nada consistente con la “realidad como es”. Por supuesto, sería insensato de mi parte desafiar la legitimidad de los estudios y las conclusiones del pensador contemporáneo sin saber yo de qué rayos está hablando, aunque a veces, entenderlo es un verdadero quebradero de cabeza, a menos que uno se haya entregado a las presuposiciones de la moderna constitución y comprensión de las palabras. Sólo quiero dejar constancia de la incomodidad que me produce la conclusión de que el cristianismo a secas no es suficiente como postura y como acción frente al mundo circundante. Si eso ya es una incomodidad cuando uno se enfrenta al pensamiento “secular”, pueden imaginar lo que sucede cuando entre los mismos cristianos hay que explicarnos de qué naturaleza es nuestro cristianismo. Diversos acomodos, diversas contemporizaciones, diversas reacciones a los diversos acomodos, diversas reclamaciones respecto de que “nuestro cristianismo sí que es cristianismo”, no hacen más que dar la razón a nuestros detractores acerca de la estupidez de nuestros fundamentalismos y declaraciones derogatorias respecto de los que no son como deben ser… A riesgo de ser reputado un reaccionario recalcitrante, me refugio en la lectura ponderada y constante de mi Biblia a fin de entender qué es lo que entendieron sus primeros receptores y me animo con la idea de que si el Dios que les hablaba entonces sigue siendo el mismo, es probable que lo que dijo entonces siga significando para mí lo mismo, a pesar de los tiempos y de las filosofías…
"¡Oh, cómo amo tu enseñanza! Es mi estudio a lo largo de todo el día. Tus mandamientos me hacen más sabio que mi enemigos, que están siempre en pie contra mí" (Salmos 119:97, Traducción de la Tanakh).
Benjamín Parra Arias
Director
6 Agosto 2006
Hace años atrás, en un seminario de Estudios Bíblicos, un amigo nos enseñaba que el apóstol Pablo se habría escandalizado del hecho de que entonces -finales del siglo veinte- los cristianos se veían obligados a apellidar el cristianismo: cristianismo auténtico, cristianismo verdadero, cristianismo renovado, cristianismo militante, cristianismo social, cristianismo ortodoxo, cristianismo liberal, cristianismo contemporáneo, cristianismo conservador, cristianismo radical, cristianismo revolucionario, cristianismo del Reino, cristianismo celular, cristianismo tradicional… Viviendo el hombre contemporáneo sometido a los imperativos de la filosofía del lenguaje, del culturalismo y de la mentalidad postmoderna que, básicamente, supone que toda la realidad no es más que un constructo narrativo, se encuentra en el perturbador predicamento de tener que articular un adjetivo que dé cuenta de la naturaleza y los alcances de su cristianismo. Las palabras, la cultura y la filosofía predominante parecen haber vencido a la vieja palabra del texto original. “Cristiano” ya no es suficiente explicación. Algunos amigos queridos, más entendidos que yo en materias filosóficas, sociológicas, e incluso teológicas, me tratan de convencer que no es sensato hacer afirmaciones tan impropias como aquello de que hay un solo camino, una sola verdad, una sola vida -Cristo-, o de que haya una lectura fundamental del texto y que ella pueda alumbrar a los hombres de todos los tiempos. Me explican que los tiempos han cambiado, que el hombre de hoy, más maduro, más informado, más provisto de herramientas científicas y filosóficas, no acepta discursos “integristas” ni afirmaciones “fundamentales”. Me proponen entonces, lecturas más pertinentes al clima de la época, no sea que me encuentre pronunciando un discurso ininteligible, ingenuo y nada consistente con la “realidad como es”. Por supuesto, sería insensato de mi parte desafiar la legitimidad de los estudios y las conclusiones del pensador contemporáneo sin saber yo de qué rayos está hablando, aunque a veces, entenderlo es un verdadero quebradero de cabeza, a menos que uno se haya entregado a las presuposiciones de la moderna constitución y comprensión de las palabras. Sólo quiero dejar constancia de la incomodidad que me produce la conclusión de que el cristianismo a secas no es suficiente como postura y como acción frente al mundo circundante. Si eso ya es una incomodidad cuando uno se enfrenta al pensamiento “secular”, pueden imaginar lo que sucede cuando entre los mismos cristianos hay que explicarnos de qué naturaleza es nuestro cristianismo. Diversos acomodos, diversas contemporizaciones, diversas reacciones a los diversos acomodos, diversas reclamaciones respecto de que “nuestro cristianismo sí que es cristianismo”, no hacen más que dar la razón a nuestros detractores acerca de la estupidez de nuestros fundamentalismos y declaraciones derogatorias respecto de los que no son como deben ser… A riesgo de ser reputado un reaccionario recalcitrante, me refugio en la lectura ponderada y constante de mi Biblia a fin de entender qué es lo que entendieron sus primeros receptores y me animo con la idea de que si el Dios que les hablaba entonces sigue siendo el mismo, es probable que lo que dijo entonces siga significando para mí lo mismo, a pesar de los tiempos y de las filosofías…
"¡Oh, cómo amo tu enseñanza! Es mi estudio a lo largo de todo el día. Tus mandamientos me hacen más sabio que mi enemigos, que están siempre en pie contra mí" (Salmos 119:97, Traducción de la Tanakh).
Benjamín Parra Arias
Director
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