Wednesday, May 02, 2007

Los evangélicos y la esquizofrenia
Los verdaderos seguidores de Cristo-Jesús abandonaron las iglesias hace varias décadas
Luis Eduardo Silva de Balboa(16/09/06)

NO RESULTA EXTRAÑO oír hablar de que soy Jesús o Napoleón en boca de alguien que se encuentre extraviado mentalmente; los grandes personajes cubren la imaginación de muchos y satisfacen sus deseos de grandeza. Pareciera que la grandeza monumental es propia del ser que ha perdido el hilo conductor de la sensatez.
Entre los denominados “evangélicos” encontramos grados de extravíos emocionales que resultan preocupantes. El psiquiatra suizo Alain Verdum señala en su libro “La religión, el fanatismo y los estados mentales”, de reciente publicación, que “los grupos que se autoalimentan de verdades absolutas y crean dependencias sicológicas y emocionales con ellas sufren finalmente de una alteración de la percepción de la realidad al observarla con un prisma sobrenatural, y siendo la fuente un acto de fe, se le atribuye un elemento divino justificador y enaltecedor, incluso a las aberraciones”. Así podemos observar cómo la gente que abraza estas creencias exhiben un desfase total entre lo vital (sus realidades cotidianas) y estos verdaderos trances en que consiste su relación con la fe y las instituciones que la administran.
Por esto, no es para nada extraño que un cura se viole un niño indefenso o que los evangélicos se den entre ellos con el libro de la Biblia por la cabeza en pro de las codicias y ambiciones de poder, todo lo cual lo encuentran de lo más normal.
Desde el concepto político de Karl Marx de que “la religión en es opio de los pueblos” hasta la pregunta de Young “ ¿es la fe una enfermedad de la mente?”, la humanidad ha desconocido la fórmula racional de enfrentar los enigmas, la natural inseguridad del ser y los miedos, que nos dirigen la existencia normal. Nada es más atávico que la religión y por ende es sumamente difícil hacer reflexionar a cualquier persona sobre ello, para discernir hay que separar, y nada es más difícil que separar las emociones, que mirarlas desde lejos.
El montaje universal y magnífico de las iglesias acoge la debilidad de las personas, sobre todo en estados de angustia y soledad, característica muy actual de la post modernidad, que no es lo mismo que el post desarrollo. Tenemos claro que en una misma persona conviven muchos caracteres análogos y que incluso podrían ser “compatibles”. Detrás de esto existe un encuentro de lo que el autor llama “un encuentro de manipulaciones y necesidades”, dado que las iglesias manipulan a sus feligreses y éstos gustan de la manipulación, ya que en ella sienten acogida, complicidad o compasión, según sea el caso. Así la Iglesia aprovecha de financiarse, ya que la primera bondad que enseñan es aquella que se debe tener con quien provee de salvación, más aún si ésta es eterna; cualquier precio es considerablemente bajo y económico.
Con plazos en el infinito, con términos aceptados en el mundo por venir, que sólo ellos conocen y trasmiten, la persona queda entregada “a las manos de Dios” y a las ambiciones de los hombres que lo representan. Esto de “entregarse en las manos de Dios” es siempre una renuncia, y puede conllevar la cobardía de conducir su propia existencia, lo que equivale a asumir su responsabilidad personal. En el caso que las responsabilidades de nuestras vidas las asume Dios, resulta tan difícil pedirle cuentas como rechazar el designio.
Vivir en el confort de la protección divina es un abierto lujo y comodidad, nos resultará tremendamente útil; con ello nos apartamos de la senda del entendimiento, el análisis crítico de los acontecimientos, e incluso el aprendizaje. Mal tendríamos que aprender si nuestra experiencia de vida es conducida por un ser ajeno, por muy cercano que parezca. De esta forma consideraron los sicólogos sociales de la CIA que se podía detener el avance del comunismo en América Latina en los años 60’ y procedieron a financiar a cuanto pastor evangélico existía.
Sacaron la acertada conclusión que ningún pobre con la Biblia en la mano iba a ser comunista, y además aceptaría la explotación sin rebelión alguna, la vería como el designio divino, es más, una religión que glorifica el sufrimiento y lo convierte en una virtud y símbolo. El crucifijo cristiano es de un Dios crucificado, doliente, sufriente; es al sufrimiento que honramos en la persona del hijo del hombre. Algunas denominaciones protestantes, eso sí, tienen el crucifijo sin el cuerpo sufriente de Jesús, sin la sangre en su rostro.
No es de extrañar que las denominaciones evangélicas en Chile sigan aprovechando el protagonismo que le dio Pinochet. Este no lo hizo por otra cosa que por contrarrestar la acción del Cardenal Raúl Silva, quien resultaba muy molesto a los militares. Posteriormente las leyes de libertad de culto y las normas que se implementaron han servido para que los canutos tengan cada día mayor presencia (prestancia ) en la vida nacional. Hay tantas denominaciones como gustos tengan las personas: carismáticas, no carismáticas, simples y alambicadas, y no faltan las que son un fraude pleno y simple.
Sostenemos que los verdaderos seguidores de Cristo-Jesús abandonaron las iglesias hace varias décadas. Los encontramos en las simplezas de sus hogares, educando a sus hijos, practicando la fe práctica y muy personal, no ciega, sino con los ojos y sentidos muy abiertos para hacer de este mundo, uno mejor iluminado por la justicia y la solidaridad, sin otra pretensión que la armonía con las partes y el todo, cultivando el pensamiento y sus valores.
Nuevas formas y expresiones que darán paso a la reformulación casi clínica de la sempiterna relación del ser con su mejor-ser.
(* Derechos Reservados, reproducible solamente con mención de origen)

0 Comments:

Post a Comment

Subscribe to Post Comments [Atom]

<< Home