Thursday, April 12, 2007

La marcha atrás de la Iglesia


POR AZARES DEL CALENDARIO, este año la Pascua se festejó el mismo día, el domingo 8 de abril, en Oriente y en Occidente. Las iglesias ortodoxas celebraron la resurrección al mismo tiempo que la católica y las protestantes. Si existe una fiesta que se resiste al desinterés de la práctica, es la Pascua. Las iglesias estarán llenas y las miradas dirigidas a Medio Oriente, cuna de un cristianismo desgarrado por conflictos, mutilado por éxodos. Desde hace tres años, 200 mil cristianos -de los 600 mil que había antes de abril de 2003- han huido de Irak.

El cristianismo -con los grupos evangélicos a la cabeza- ahora está más vivo en los continentes del sur que en Europa, cuya “apostasía” fue criticada por Benedicto XVI con motivo del cincuentenario del Tratado de Roma. Según él, valores tan sagrados como la defensa del matrimonio, de la familia, de la vida y del embrión son burlados por los textos que legalizan prácticas -divorcio simplificado, uniones homosexuales, eutanasia, aborto, manipulación genética- que podrían poner a Europa “al margen de la historia”. Después de dos años de tanteos, este Papa más filósofo que político, seduce y desconcierta a la vez. Parece haber hallado su medida en el combate contra “las tendencias laicistas y relativistas” de Europa. Cierto que está en su papel cuando trata de reformular la fe en un continente falto de “valores”, cosa que preocupa a los dirigentes.

Benedicto XVI corteja a las tendencias más conservadoras de su Iglesia y renueva el “intransigentismo” del siglo XIX. Es difícil entender que en Polonia, una radio ultracatólica pueda apoyar, con impunidad, las posturas extremistas de los hermanos Kaczynsky. O que en España el episcopado acose a un Gobierno socialista al que considera el más anticlerical de la historia. O que en Italia, después de haber perdido hace 30 años el combate contra el divorcio y el aborto, la Iglesia se juegue contra las “uniones de hecho”.

En mayo, un decreto papal liberalizará el antiguo rito de la Iglesia (misa en latín, con el oficiante de espaldas). Es una medida que teme la mayoría de los católicos franceses, encabezados por el Episcopado, apegados a la herencia del Concilio Vaticano II. Si bien en su reciente exhortación apostólica, Benedicto XVI proclama su fidelidad a ese concilio, su juridismo litúrgico fascina a los militantes de la antigua tradición. Combates incomprensibles para aquellos que, creyentes o no, consideran que la vocación del cristianismo se expresa más en la ayuda a la población marginada que en ese puntillismo disciplinario, más en el apoyo a quienes sufren que en esas tentaciones retrógradas.

Le Monde

París, Francia

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