La Influencia Politica De los Evangèlicos En La Historia De Chile
Antecedentes históricos
1812 -1990
“El día 11 de Julio de 1812, se aprobó la primera Constitución Política de Chile, su redactor fue el primer ministro de los Estados Unidos de Norteamérica ante el gobierno del General don José Miguel Carrera, el presbítero de la iglesia Presbiteriana en Charleston, don Joel Robert Point.
En esta carta fundamental se deja establecido que la religión del estado será “la Católica”, no dice nada de que ésta sea “Romana”, así en este documento se deja abierta la puerta para todas las iglesias cristianas que no están en comunión con la Iglesia de Roma.
Los historiadores chilenos denuncian que este hombre tenía un protestantismo rabioso, inoportuno y ofensivo, También el embajador al diseñar el primer escudo nacional dejó inmortalizada como divisa las mismas palabras que están en el escudo de la calvinista ciudad de Ginebra: “después de las tinieblas la luz”. Fue ésta la primera expresión política evangélica en la naciente República de Chile.
Más adelante y bajo el gobierno del Director Supremo don Bernardo O’Higgins la influencia evangélica aparece de nuevo con la llegada de numerosos extranjeros que vienen a prestar valiosos servicios por causa de la independencia, incluso muchas veces su propia vida. Difícil habría sido la conquista de Valdivia, Chiloé y la independencia del Perú, sin el apoyo, inteligencia y valor de un Simpson, un Thompson, un O’Ryan, o un Tomás Lord Cochrane, y cuántos otros protestantes, estos patriotas prontos pidieron al gobierno poder gozar de la libertad de adorar a Cristo bajo formas más bíblicas que las practicadas en la Iglesia Católica Romana chilena. Pidieron un lugar para sepultar a sus muertos con dignidad, y libertad religiosa.
Así es como O’Higgins trata en 1818 de establecer la libertad de conciencia, aunque sólo para los extranjeros. Después de muchas dificultades y discusiones se logra un lugar en los cerros de Valparaíso para enterrar a los evangélicos no chilenos, Hasta antes de eso, su lugar era la alta mar o los cadáveres parados en los rompientes de las playas. En Santiago sólo se pudo conseguir el basurero público municipal en los faldeo del Cerro Santa Lucía (y esto de noche y sin el consuelo de un ataúd). Cuando los evangélicos pidieron permiso para tener un templo en Valparaíso, el clero y los sectores más conservadores tronaron indignados, el gobierno fue acusado de complicidad con los “herejes”, de querer destruir la santa fe católica, de ser un impío, y por tanto culpable del castigo divino y del terremoto y maremoto que asoló las costas de Valdivia a La Serena. También se le acusó de favorecer el plan bautista Diego Thompson para traer “víboras devorantes” destructoras de la unidad religiosa, como se llamó a los colonos ingleses que él invitaba a venir al sur de Chile. Días después de estas acusaciones, Thompson y O’Higgins salía de Chile para nunca más volver.
Desde 1823, el cónsul inglés en Valparaíso consiguió el permiso para tener dentro del consulado una capilla protestante, pero reservada sólo a los ingleses, se prohibió terminantemente la asistencia a los chilenos, incluidas las esposas chilenas de los extranjeros, se les tomarían presas si insistían en acompañarlos.
Pese a todo, los evangélicos insistieron en sus actividades, el futuro abuelo del almirante Patricio Lynch, don Estanislao, trajo el primer cargamento de Biblias en nuestra historia(500 Biblias en español y 500 Nuevos Testamentos), él y los primeros empresario e industriales del puerto serán los precursores de la obra protestante en nuestra nación.
Hombres como los hermanos Isaías y Guillermo Wheelwight, Juan Brigham, Waldorf, Scott, Gildemeister, y otros banqueros, ferrocarrileros y navieros, escribieron a la facultad de Teología de la Universidad de Princeton en los Estados Unidos para solicitar el envío de un pastor para predicar en inglés y castellano en estas costas.
Así fue como el 25 de diciembre de 18845, llegó el padre y apóstol de la Iglesia Evangélica Chilena, el doctor en teología don David Trumbull, ministro de la iglesia Reformada Calvinista o Presbiteriana de los Estados Unidos. En 1850, se le suma su esposa. Aquí tuvieron nueve hijos, algunos fueron misioneros, abogados, poetas, Pedagogos. Médicos, Periodistas. Estudiaron en Chile y en el extranjero. Varios ingresaron a la política, el mayor fue Diputado y Senador Radical y más tarde, embajador extraordinario en Inglaterra, en tiempos de Balmaceda.
La primera congregación organizada por Trumbull, fue con los marinos que tripulaban los barcos que estaban surtos en la bahía. Su púlpito, un escritorio o algún barril de agua. Su templo. Algún barco anclado. Pocos días después ya se le encuentra predicando a un grupo de veinte personas en los salones del hotel de Chile, en donde tiene su habitación. De allí pronto sería desalojado a investigación del obispo de Santiago. Así la capilla libre #2, como se le llamó, se trasladó a las bodegas del diario “El Mercurio”, de Valparaíso, hasta 1854, cuando se construyó el primer templo de la costa Pacífico Sur. En esta iglesia se congregaron de todas las denominaciones y de todas las nacionalidades.
En 1847, se inició las tareas de evangelización entre los chilenos. Lo hizo por un inteligente medio. Fundó un periódico comercial y por suscripción en inglés para así no infringir las censuras y prohibiciones que podrían costarle la expulsión de Chile por violar la ley y la Constitución. Lo interesante es que la mayoría de los empleados de las casas comerciales y bancos de Valparaíso leían inglés. Así penetró por vez primera el mensaje de libertad religiosa entre los chilenos.
No sólo fue periodista, también se dedicó a crear escuelas. Su esposa fundó las primeras escuelas dominicales, y las escuelas de inglés para señoritas, conocidas como las escuelas populares el clero obligó a cerrar algunas- sin embargo, otras permanecieron, como es hoy el colegio David Trumbull y el Liceo de Niñas #1, de Valparaíso.
En este plano de la educación, Trumbull logró del gobierno la promulgación de la ley que creó el Consejo de Instrucción Pública, en 1879, por medio del artículo #33. Consagrando así la libertad de enseñanza por cien años, libertad perdida cuando las presiones políticas de los clericalismos y las diplomáticas en medio del problema del Beagle, lograron quebrar la mano del gobierno militar, y se promulgó un decreto que restaura las clases de religión en las escuelas fiscales, violando así la separación de Iglesia estado, que la propia Constitución consagra. Los propios evangélicos ayudaron a consolidar ese verdadero atentado al mostrar su incapacidad por la tentación de tener también planes y profesores de educación religiosa en las escuelas fiscales.
Trumbull no sólo creó escuelas básicas, también organizó centros de estudios para que los hijos de los extranjeros estudiaran en Chile y no emigraran fuera de las fronteras. Con los hermanos de la congregación, creó la Escuela de Artesanos en 1857, hoy Colegio Mackay del puerto. En esta escuela estudiaron los ex presidentes de Bolivia, Sr. Billinghurst, del Perú, Sr. Ballivián, y los destacados chilenos Edwards, Délano, y el nieto del presidente de los Estados Unidos, Carlos Van Buren, filántropo y benefactor evangélico de Valparaíso. En Copiapó, los hermanos de ésta congregación, crearon el Colegio Internacional, que trasladado a Santiago, se llamó Instituto Inglés. Casi donado para la creación de la Facultad de Pedagogía de la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación. Todos estos establecimientos han contribuido a formar en Chile una ética cristiana protestante.
Otro de los logros de la época fue la difusión de las Sagradas Escriturada. Desde la creación por Trumbull de las Sociedades Bíblicas de Valparaíso, fue la Biblia el instrumento más eficaz para liberar a millones de compatriotas de las cadenas de la superstición, del pecado y de toda atadura a la conciencia, sólo por medio de la Biblia un hombre puede conocer a su único libertador ¡Jesucristo!.
Esta verdad es tan grande que desde un comienzo, las autoridades religiosas de la época, le declararon la guerra a los reformados por difundir la Biblia entre el pueblo, amenazando a los lectores con la excomunión e instaron a quemarlas como un pernicioso veneno. La lucha fue pública, en las calles se discutía si la Biblia podía ser leída o no. Esto obligó a crear la Sociedad Bíblica en Santiago, y abrir almacenes en el sur y en el norte, todos querían leer el “libro” que tanto susto despertaba en la iglesia estatal. Los empresarios y dueños de la casa comercial Williamson-Balfour, fueron los financiabas que ayudaron al pastor a abrir tiendas y librerías para difundir la Biblia, contratar vendedores viajeros y despacharlas a toda América del Sur. De 1308 Biblias repartidas en 1863, se pasó a 124.000, en 1889, al morir Trumbull. De Chile salieron las Biblias para la evangelización del Perú y Ecuador, para Bolivia y Colombia. Trumbull dijo una vez que “la Biblia es para un cristiano lo mismo que la Constitución para un ciudadano”.
La conquista de lugares públicos para adorar a Dios, fue otra de las luchas épicas que dieran los hermanos del siglo pasado. No era tanto el problema cuando los templos eran privados y sólo para extranjeros, aún cuando los primeros templos luteranos de Puerto Montt y Puerto Varas fueron incendiados y profanados el mismo día de su inauguración. El problema eran los templos para culto en castellano. La resistencia fue feroz ya que se emplearon todos los medios para impedir su construcción, fueran argumentos legítimos o no.
Fueron los hermanos liderados por Trumbull y los germanos, los que dieron épica lucha para esta importante conquista política, civil y religiosa. No olvidemos que la Constitución Política de 1833, en su Art. #5, prohibía expresamente el culto público de ninguna otra que no fuera la Católica Apostólica y Romana. Alegatos en los tribunales, en el Parlamento y en los púlpitos, fueron la música de fondo, mientras los evangélicos levantaban sus primeros templos. Con tapias que impidieran ver la fachada, con prohibición de cantar fuerte o tocar el órgano, sin campanas o símbolos que declararan su uso. Fueron las condiciones que pusieron las autoridades ante la terca e inclaudicable voluntad de los evangélicos y sus pastores para adorar al Señor de la Iglesia en templos dignos de su gloria.
Los ataques a las Biblias, a la predicación entre los chilenos, a los templos, los atentados a las tumbas, y a todo tipo de abusos, encendieron entre los parlamentarios, incitados por los protestantes, la discusión sobre terminar con la tiranía de una iglesia estatal. Los políticos se dividieron por mitades, los que por una parte defendían el monopolio de la Iglesia romana, y por la otra, los partidarios de la libertad de culto, sin restricciones. Creado el ambiente propicio para que la búsqueda de la libertad de culto fuera un asunto público, los evangélicos entregaron a los políticos todo su arsenal de argumentos. Así liberales, radicales, nacionales y masones, se nutrieron de los postulados libertarios de Trumbull y de los colonos germanos del sur. Los escritos y sermones fueron copiados textualmente en los discursos del Parlamento. La lucha fue dura y enconada, los argumentos variados, las pasiones de tal magnitud, que en un momento el propio Presidente de la República, amenazó con renunciar al cargo si no se encontraba una solución armoniosa que respetara la libertad de la minoría, sin dañar a la Iglesia estatal en sus privilegios.
La solución surgió de la interpretación al propio artículo de la Constitución.
Los parlamentarios amigos del evangelio propusieron una ley interpretativa, así la Iglesia oficial seguía siendo pública, pero se otorgaba a los disidentes el permiso para construir templos y escuelas en recintos privados y bajo la responsabilidad de los propios miembros de esas congregaciones. La respuesta no se hizo esperar por parte de los hermanos. El 4 de marzo de 1869, se inauguró el segundo templo en Valparaíso, pues el primero se hizo estrecho. El pastor chileno don Manuel Ibáñez Guzmán, pronunció el sermón de dedicación. A renglón seguido se comenzó a construir templos en Santiago, Copiapó, Talca, Guayacán, Tongoy, Concepción, Talcahuano, Valdivia y varios alrededor del lago Llanquihue, pero junto a los templos aparecieron las congregaciones, y junto a ellas los ataques, los incendios, la intolerancia, las agresiones verbales y físicas. Pero nada pudo ya detener la obra. Surgen las primeras congregaciones chilenas en Santiago, en Valparaíso y otros lugares como Copiapó y Concepción, todas nacidas al alero de las iglesias de los hermanos extranjeros. Hermanos, permítanme decir ¡Así nace la más triunfal marcha que jamás ha visto la historia de Chile!.
Junto con la ley, los templos, las congregaciones, y un pastorado chileno heroico, épico, digno de un mejor destino que el olvido ingrato que hoy los envuelve: Ibáñez Guzmán, Vidaurre,, López, Juan Canut de Bon, y una falange de santos en el Señor, obreros dignos, cultos, respetados y respetables, que hicieron del servicio a su divino amo, la causa primera de su existencia. Hombres que vieron en el pastorado la oportunidad de Servir a la Iglesia de su Señor, sin buscar nunca ni la gloria ni el beneficio, y menos el poder para sí mismo, entendieron desde la hora primera que servir a la Iglesia, es el mayor privilegio que pueda tener un hijo de Dios. Ningún pastor del siglo XIX dio jamás el triste espectáculo de buscar fama, gloria o poder para sí y no para el Señor. Nunca se confundió el servir al Señor con el servirse del Señor y de su Iglesia.
Ahora sí!, Ahora los evangélicos estaban en condiciones de dar la lucha más dura y resistida, extender estos derechos para todos los ciudadanos, sin distinción para terminar con los privilegios aplastantes y asfixiantes que como una lápida fúnebre impedía la libertad plena de la conciencia de los hombres. Como verdaderos cruzados, pequeños en número, pero seguros de que Dios a dado al hombre la libertad para adorarlo de la manera que estime su conciencia, Trumbull y los hermanos extranjeros y chilenos salieron a conquistar este derecho que separa al ser libre del esclavo.
De las luchas políticas libradas por los evangélicos en Chile, ninguna fue tan significativa como la correspondiente al matrimonio civil, libertad básica del hombre a la cual no tenían acceso los chilenos y extranjeros que no tenían la fe del Estado- Solo a título de estrecha concesión, algunos la podían conseguir. El problema era que para la Iglesia Católica el matrimonio es un sacramento indisoluble, sólo que ellos lo podían consagrar y darle validez legal ante Dios y la sociedad civil. Nadie que no fuera casado por la Iglesia Romana y este acto quedara registrado en sus libros, podía decir que estaba unido legalmente. Así los no católicos estaban condenados a que sus uniones matrimoniales fueran declaradas nulas. Los hijos eran considerados bastardos, repudiados socialmente, despojados de los derechos civiles y de herencia, impedidos de ocupar cargos públicos. El estigma de ser “huachos” pesaría siempre sobre ellos.
En los comienzos, los extranjeros se embarcaban en un navío protestante y en alta mar el capellán evangélico consagraba la bendición matrimonial, después en tierra este acto se inscribía en el consulado, así el matrimonio quedaba como realizado en tierra no chilena. Los hijos tenían que nacionalizarse o permanecer como no chilenos. Pronto las autoridades prohibieron este resquicio. Los sacerdotes fueron obligados a oficiar como oficiales civiles, y anotar la unión en el libro de “herejes”. Esto sólo se prestó para abusos de todo tipo. Si uno de los cónyuges, el hombre o mujer había sido bautizado católico en su niñez, se obligaba al cónyuge a renunciar en público a su fe evangélica y proclamar su arrepentimiento por ser “hereje” y tras penitencia de ser bautizado por la fe romana, entregar por escrito los hijos a la Educación de la nueva fe. Así sólo se lograron conversiones fraudulentas, confusión para los hijos y una ira sorda en los corazones de los afectados.
Otros más firmes, al no aceptar este abuso, quedaban sumidos en la vergüenza pública. Más terrible era cuando los dos se habían convertido al Protestantismo. Cuántos abusos, incluso incidentes diplomáticos. La intolencia, impropia de un país que pretendía crecer y prosperar llamando a colonos y comerciantes, profesionales y hombres de trabajo de naciones evangélicas amantes de su fe, de su Biblia, honestos, impregnados de la ética cristiana, y por otro lado, se les impedía constituir familias con hijos del país, procrear hijos cristianos para la grandeza de la patria. Cuántos, después de largos años de sacrificios, de estar ayudando al progreso y la cultura de esta nación, al querer constituir familias chilenas, no les quedó más que abandonar esta tierra, llevándose capitales, su capacidad, su cónyuge y a sus hijos tratados como bastardos, a otras latitudes más humanas y tolerantes.
Fue Trumbull, el incansable ministro disidente, quién se preocupó de inmediato, iniciando una campaña destinada a lograr la derogación de las leyes que impedían la legalización del matrimonio de los no católicos, buscó la promulgación de una ley de matrimonio civil, que permitiera una libertad amplia a toda persona, extranjera o chilena, creyente o no, católico o protestante o libre pensador. Para contraer matrimonio sin prohibiciones de orden religioso. Contó en ésta como en otras ocasiones, con su fiel congregación y la de todos los fieles evangélicos: comerciantes, importadores y colonos avecindados en Chile,
Y muy fundamentalmente con los políticos liberales agrupados en los partidos que hicieron del anticlericalismo su bandera de lucha. Los políticos no sólo se nutrieron de los escritos y sermones de los pastores, sino que de una actitud más leal que la de sus descendientes ideológicos, pusieron sus diarios, periódicos y tribunal al servicio de los ideales políticos de los evangélicos.
Para Trumbull y los protestantes del siglo XIX, jamás hubo descanso, ni dejó de lucharse por la constitución de un estado laico, único tipo de modelo político en que se puede encontrar la plena libertad, y donde los derechos y garantías están consagrados efectivamente por las leyes de la República. Sólo en el estado laico está salvaguardada la libertad de la conciencia y ausente las discriminaciones por causa de las creencias.
Nadie aquí, que tenga un mínimo de conocimiento de la realidad histórica, podrá desconocer que detrás de todo esto está, sin ninguna duda, el espíritu republicano y democrático de los calvinistas, y la tradición libertaria de los presbiterianos y bautistas. Esto fue lo que encontró una acogida más favorable entre los liberales chilenos, al coincidir su pensamiento libertario, con los de la reforma, los unió también la lucha contra el enemigo común: el ultramontanismo religioso y político
A pesar de estas presiones, el gobierno no corrigió esta cruel discriminación, al promulgar el código civil, el 1 de enero de 1851, este cuerpo legal dejo el problema de los matrimonios disidentes sin una solución clara, es más, lo agudiza al dejarlo en manos de la Iglesia estatal consagrando la discriminación del estado y la intransigencia de los papistas.el clero fue un vigilante permanente de sus prerrogativas, incluso cuando los políticos insistían en sacar a relucir el tema, las amenazas de excomunión y presiones de sus propios familiares, no se hacían esperar
Así es como Trumbull, inicia a partir de 1863, una fuerte campaña con toda la publicidad posible y con todos los medios con que contaba los evangélicos para dar una solución favorable a los matrimonios mixtos, sin tener que pasar por la humillación de verse obligado a abjurar de su fe, para poder legalizar su unión matrimonial. Los evangélicos denunciaron con dureza y valentía discriminación atentaba contra la hospitalidad prometida al extranjero, así como la mentirosa igualdad que se les prometía para convencerlos que inmigraran a Chile. Esto deterioró la credibilidad del país en el exterior, se dudó del impulso económico y fue clara la destrucción del amor de esos inmigrados por su patria adoptiva, se denunció las irregularidades de las uniones, y como se prestaba muchas veces para atentados a la sanidad moral de la sociedad, que muchas veces, como los denuncian los protestantes en sus escritos, dejaban a las damas chilenas en la triste condición de concubinas al pretender casarse con los recién llegados. Decía Trumbull: ”si queremos un Chile, con familias prósperas, morales y educadas, que sean ejemplo de amor filial, debemos tener una ley de matrimonio civil, sin discriminaciones para nadie.
Los debates, sermones, escritos, conferencias, discursos, publicaciones de los protestantes, lograron al fin despertar las conciencias de los gobernantes, de los políticos, los cuales pronto requirieron de todo el arsenal de argumentos que los evangélicos tenían. Distintos proyectos de separación del matrimonio de la tutela religiosa y su pase a la del estado, fueron presentados, casi todos inspirados o redactados por las plumas de escritores evangélicos. Por fin el proyecto redactado por el pastor Ibáñez Guzmán, y patrocinado por los parlamentarios Miguel Luis Amunategui, José Tomas Hurtado y Enrique Mac-Iver, se convirtió en ley de la república. Lo apoyo con todo entusiasmo el presidente don domingo santa Maria, el 6 de septiembre de 1883, solo agreguemos que la iglesia católica trono furioso contra lo que considero un “instrumento del protestantismo”, declarando impía y “ un concubinato legal”. Solo en 1925, después de aprobar la separación de la iglesia del estado, acepto la legalidad de esta ley. Corno corolario inevitable de esta ley, obra de las luchas por la igualdad dadas por los reformadores creo con fechas inmediatas la ley de registro civil. Así se puso fin al monopolio de siglos que la iglesia católica tenia sobre los matrimonios, los nacimientos y los muertos.
Los protestantes, siempre hemos tenido un gran respeto por los cuerpos de los muertos y procuramos que tengan una sepultura digna y decente, no tenemos culto a los muertos. Recordamos sus vidas como se recuerda un regalo de la gracia de dios, su memoria nos inspira en la lealtad que tuvieron para su señor, y por la cual muchos dieron su vida por él. Para la iglesia romana, los muertos son sagrados t por lo tanto, también sus cementerios, los cuales no pueden ser profanados contaminándoles con cadáveres de impíos, pescadores, suicidas o herejes con los de ningún condenado por las leyes canónicas. Si un sacerdote en un gesto de misericordia oficiaba un ritual fúnebre, en donde haya esta situación, el cementerio quedaba maldecido y el sacerdote excomulgado. ¿El delito?. Haber violado el campo santo. La tan orgullosa ciudad de Santiago en el siglo XIX vio mas de una vez el macabro espectáculo de jaurías de perros hambrientos disputándose los restos humanos de los suicidas, criminales o herejes, que botados en el costado del cerro santa lucia, en el sitio del basurero publico (como ya he señalado anteriormente)
Desde 1821, los hermanos extranjeros de Valparaíso, contaron con un cementerio propio, para no tener que botar sus cadáveres en alta mar, o enterrados parados en los rompientes de playa ancha. Los tratados internacionales firmados por Chile con las naciones protestantes permitieron esto, comprar algún paño de terreno para este piadoso uso. Lo mismo ocurrió, aun cuando con algunas dificultares con los cementerios de los colonos germanos en sur. ¿Pero que de los conversos, los no extranjeros? La solución temporal fue brindarles acogida en los cementerios de disidentes, pero no era la solución real. Por lo tanto, los protestantes se empeñaron en otra de sus luchas épicas, cementerios de propiedad del estado, para sepultar a todos sin distinción, sin discriminación y con dignidad. la resistencia de la iglesia oficial fue como en todos los otros casos, duras, fuerte, sin misericordia. Vieron el control de las tumbas como algo mas que un asunto doctrinal, ¿ quien controla las tumbas, controla la muerte, controla entonces la vida y quien controla la vida controla la conciencia, y pasa a ser custodio y guardián de la eternidad o del infierno?
Contra este abuso se levanta la iglesia reformada chilena, junto a sus pastores, campeones de la libertades civiles, logra que los políticos que luchan a su lado, también se comprometan en su logro. Seria muy lato relatar aquí los macabros episodios de esta pugna; muertos lanzados a los caminos, entierros simulados, sepulturas clandestinas, todo tipo de escándalo indigno de una nación que hacia alarde de civilizadas solo digamos que por la ley de don domingo Santa Maria, el 2 de agosto de 1883, se separa a los cementerios de la tutela de la iglesia católica y se pasaron a la administración del estado
Así hermanos, los dos primeros pasos estaban dados. la libertad de practicar la fe evangélica y tener escuelas propias en forma privada, y una legislación que terminaba con odiosas discriminaciones, pero eso no lo era todo. Faltaba el reconocimiento legal a la existencia de la iglesia protestante chilena. Trumbull que nacionalizo chileno, en cumplimiento de un voto solemne; de que cuando en Chile se gozara de libertades civiles pediría ser admitido como un chileno mas. pidió a su amigo el presidente Balmaceda la solicitud de la personería jurídica para la iglesia chilena. Esto era totalmente contrario a la constitución chilena, era ilegal desde todo punto de vista, pero el espacio logrado con heroísmo ejemplar por los reformadores y sus lideres, hicieron de la prohibición constitucional solo letra muerta. el 5 de noviembre de 1888, la iglesia evangélica chilena obtuvo su personería jurídica. en su declaración de principios no se oculta sus propósitos”: fomentar la instrucción ejercer y promover el culto según la religión cristiana reformada las doctrinas de las sagradas escrituras”
Pero hay que tener cuidado con estas libertades, siempre son frágiles; si no se cuidan, si no sé consolidan, si no se defienden ante el primer asomo de peligro. pensar lo contrario, es un acto de candidez estúpida. El enemigo de nuestra fe no duerme y menos aun cuando siente que cada vez pierde terreno frente a quienes considera que no tiene derecho alguno a ser cristiano y proclama su única exclusividad como cristianos
Por este motivo los protestantes, si complejos de ningún tipo, y solo mirando a dios soberano y dueño de todas las cosas, y proclamando que él es el único soberano y señor, no desdeñaron usar todos los medios legítimos, y a veces con dudas sobre su legalidad, para dar a la iglesia y a todos los que viven en su patria, los derechos mas sagrados a los que puede aspirar un hombre”: la libertad de conciencia y de culto” sin discriminación de ningún tipo. Así es como desde muy temprano los evangélicos protestante y sus pastores se unieron a las filas de los que como ellos buscaban la conquista de este mismo derechos. pregunto¿ cómo no estar en las filas de los radicales, nacionales o liberales, si los evangélicos eran por su doctrina los mas éticos, laboriosos, morales y con una experiencia enraizadas en naciones en donde la libertad no es una novedad que asuste a los timoratos ni a los cobardes, en donde la primera escuela de democracia y republicanismo, la escuela del deber y la obediencia sin tiranías, es el templos la iglesia? En donde desde niño se hace la platica del deber, el respeto, el amor a la verdad y al trabajo? .Si los evangélicos somos llamados a ser ciudadanos modelos de los cielos, ¿ cómo ni ser vigías atentos y conductores en la sociedad civil? ¿ O acaso dios nos llamo a ser faro de la eternidad y oscuridad en la tierra? Así fue entonces, que con una conciencia clara, los hermanos continuaron atentos, desde la primera fila, vigilando esta libertad tan duramente conquistada
En el año 1891.el triunfo de la causa liberal, y de la iglesia evangélica protestante era casi competo, solo quedaba el sueño de la separación definitiva de la iglesia. pero este es un sueño que tardar en llegar ¡ si es que alguna vez ha llegado realmente!
La sociedad chilena tuvo que luchar bastante para lograr la emancipación espiritual frente al clericalismo encarnado en la iglesia oficial. Frente a este laicismo militante de los grupos más libertario de la nación, se levanta la figura señera del arzobispo católico don Rafael Valentín Valdivieso, es el hombre que transformara el alma del catolicismo chileno en un partido conservador y que dejara plantada las semillas de organizaciones clericales, comprometidas con la causa del sometimiento de la sociedad a su iglesia, y principalmente con la organización de grupos políticos y sociales afines a sus intereses.
Desde ese mismo momento la iglesia oficial, no dejo nunca de procurar dominar o influir lo suficiente para impedir que las ideas no concordantes con sus postulados lograran algún grado de influencia en la sociedad chilena. Así es como ordenes religiosas e instituciones creadas ex profeso fueron y siguen siendo instrumentos eficaces para el dominio y control de las conciencias de la sociedad chilena.
La iglesia Romana y sus partidos instrumentales comenzaron la campaña para detener la propagación de la fe protestante y para impedir que continuaran llegando colonos evangélicos. Para vigilar estrechamente la educación publica y ejercer su control, controlar la censura previa de todo lo relacionado con la religión y las iglesias, y paralelamente con ello, captar y liderar a los grupos dirigentes de la sociedad, así como mantenerlos dentro de la Iglesia Católica Romana.
Es ese clericalismo militante y agresivo, el que llevara a la Iglesia Romana a sostener su propio partido político, poniendo toda su influencia social y económica a su servicio; la Compañía de Jesús, será la encargada de darle consistencia y vigor a su ideología, llegando muchas veces a imponer sus propios candidatos a la presidencia de la república.
Este es el escenario al despuntar el siglo XX, ya habían logrado que Balmaceda no promulgara la separación de la iglesia del estado, aun cuando será la propia Iglesia la que lo combatirá en la revolución de 1891, y la misma actitud tomará la Iglesia Evangélica frustrada por lo mismo, apoyará a los que lo derrocaron.
Antes de morir en 1889. el anciano líder de los protestantes, hacía un descarnado análisis de los liberales, radicales, y otros participantes de la sociedad nacional: “¡Ah, es que en estos tiempos que corren, ya nadie reclama más que aquello que puede afectar sus propios y particulares intereses y nadie se cuida más que en dar satisfacción a su egoísmo. Es que vivimos en una sociedad positivista, en la cual se miden las libertades, no por los beneficios y ventajas que reportan en el orden material. Libertad que no trae ninguna ventaja aparente, palpable, lucrativa. Libertad que se desconoce, libertad que no se respeta, libertad que favorece al partido, a una profesión, a un oficio, a una empresa o compañía que se traduce inmediatamente, por las ganancias de resultados prácticos, libertad que se abrirá paso... Pero la libertad religiosa no pertenece a ese orden. Las reformas al Art. #5 de la constitución no llevará a las arcas del tesoro ni un centavo y en cambio puede ocasionar serios disgustos al gobierno en sus relaciones con la santa sede y la Iglesia Católica. El que se desconozca al ciudadano el derecho a profesar la religión que más le convenga, sin trabas ni impedimentos de ninguna clase, no aumenta ni en un peso las rentas anuales de los banqueros, ni las arcas del estado, ni da trabajo a médicos o abogados. Este es el lado más flaco de la libertad religiosa. Busquen ustedes una fórmula, si es que existe, en virtud de que la libertad religiosa satisfaga estas demandas, y antes de 24 horas la reforma sería una realidad más o menos ficticias; pero al fin y al cabo realidad, las principales libertades políticas, todavía en Chile no se ha logrado borrar la diferencia que hay entre los que siguen la religión católica y los que no la siguen. Todavía no pueden gozar de la plenitud de sus derechos los que no creen en el culto a la virgen Maria...”.
Esta dura reacción del octogenario pastor Trumbull, es producto de una cruel realidad, los sectores políticos laicistas, descubrieron pronto lo que la iglesia católica había hecho con el partido conservador: instrumentar el problema para sus propios intereses, tener el apoyo de los influyentes grupos evangélicos, pero sin arriesgar elementos de ruptura con la también poderosa e influyente iglesia Católica Romana, ese es el motivo principal que los llevó a no legislar en el momento, y separar la Iglesia del Estado, y consagrar así, la libertad pública de todas las creencias.
Otro elemento que oscureció la postura de los evangélicos, es que mientras los sectores clericalismos con su iglesia a la cabeza, actúan de una manera monolítica, los partidos laicistas comenzaron a marchar cada vez más desunidos, sin mayor cohesión. Empujados por sus propios apetitos de poder, así fue como estalló el conflicto que hundirá el sistema presidencial, con la revolución contra Balmaceda. El problema de la libertad de cultos, plena y absoluta, y no sólo por la vía de la concesión, de derecho y no sólo de hecho, pasó a segundo plano, y ni siquiera las autoridades políticas de fe evangélica pudieron hacer mucho.
Bueno es conocer que desde muy temprano los evangélicos se preocuparon de ejercer sus derechos políticos, y no sólo ejercerlos. También se involucraron, para así ser una voz válida dentro del mundo político y un muro eficaz contra los embates de sus derechos, buscaron que el país gozara de libertades a las semejantes en otras naciones. Trumbull decía: “Chile es uno de los países que tiene mejores códigos, pero sólo gana las cuestiones el que tiene santos en la corte... La cuestión más segura se pierde invariablemente si se incurre en el desagrado de las autoridades... No son buenas leyes las que necesitamos, esas ya están casi todas, lo que este país necesita son HOMBRES DE PRINCIPIOS, no inconsecuentes, con los que hoy prácticamente dominan en todas las esferas, en donde miramos las alianzas más extrañas”.
Estas palabras publicadas más tarde en el periódico evangélico “El heraldo”, en 1892, eran para denunciar las componendas de la ley de la comuna autónoma. Días después escribían contra la descarada intervención electoral del clero, el caciquismo de los políticos, el cohecho del ejecutivo y los abusos engañosos del propaganda política en los medios populares, se repartía licor a los obreros y a renglón seguido se condenaba los vicios de los campesinos. Los evangélicos nunca temblaron en denunciar estos hechos, o cualquier acto público inmoral que mereciera condenación.
Pero no sólo denunciantes pasivos fueron nuestros hermanos; entraron al sistema para dar la lucha desde dentro, para no ser acallados por el silencio culpable o la censura solapada. Fueron los luteranos del sur los primeros en dar el ejemplo. cuando se entregó a las municipalidades la facultad de determinar las clases de religión; presentaron sus propios candidatos al municipio, el resultado fue óptimo. En Puerto Montt, de doce cargos, los luteranos ocuparon siete, Lo mismo ocurrió en Osorno, La Unión, Valdivia, y otros lugares, en esta última ciudad se eligió el primer evangélico como diputado, don Víctor Korner Anwanter, médico y miembro del directorio de su iglesia. Lo mismo ocurre en Talcahuano con la elección de don Ricardo Trumbull como diputado, no sólo políticos, también líderes sociales: entre los cuatro primeros miembros de la Iglesia chilena de Santiago, está don Ambrosio Larracheda, fundador del partido demócrata, líder del movimiento mutualista y de las primeras mancomunares obreras de la historia social chilena. La iglesia siempre los apoyó, en los salones evangélicos se organizaron los primeros sindicatos de lancheros, cocheros, de artesanos y de veteranos de las guerras de 1836 y 1879.
Lucharon organizadamente en contra de las lacras del alcoholismo, la ignorancia y la falta de higiene. Desde un lejano 1867 los evangélicos dan estas luchas. En 1877, el médico protestante don Francisco Galleguillos Lorca denuncia las condiciones inhumanas de miseria y explotación en que viven los mineros del Norte Chico; se traslada a vivir con ellos y funda una escuela para que aprendiendo a leer salgan de sus miserias; instruidos puedan organizar mejor defensa de sus derechos. No sólo la evangelización fue la preocupación de las primeras congregaciones, también se preocupó de sus condiciones materiales, se formaron sociedades de higiene y moral, ligas de temperancia, asociaciones obreras de salubridad, dispensarios, mutuales, agrupaciones de veteranos de las guerras. Mutuales obreras para la educación y participaron junto a don Fermín Vivaceta en la creación de una universidad popular. Curioso resultaría esto hoy, pero todas estas organizaciones y actividades, nacieron al amparo de iglesias evangélicas que agrupaban a la burguesía más pudiente en lo económico y más destacada en lo social.
Esta dura lucha continuó en los días de don Arturo Alessandri, electa como el primer presidente representante de las capas medias de la sociedad. Los evangélicos se comprometieron con él, y una vez electo cumplió con lo prometido. En 1925 la Iglesia Católica y el estado chileno se separaron. La constitución consagró esa separación. La Iglesia Romana conservó, más por herencia que por derechos consagrados, un orden de privilegio protocolar que no está consagrado en ninguna ley. La constitución fue muy clara al establecer la igualdad ante la ley, el trato y las costumbres, sólo dejó como límites los que consagra la misma ley en cuanto a la moral y las buenas costumbres.
En 1944, los estertores del viejo clericalismo se hacen presente de nuevo cuando el Senador conservador Muñoz Cornejo intenta imponer una ley obligando a los empleados públicos a ser enseñados en clases de religión Católica. Fue derrotado por el literato de un grupo de jóvenes evangélicos encabezados por Horario González, Honorio Espinosa, y el diputado bautista por Cautín Roberto Contreras Galas. Este intento reaparece en 1966, cuando el gobierno de esa época trató de imponer de nuevo la religión católica en las escuelas fiscales. Los ya más viejos jóvenes del 40, dan de nuevo la lucha, la unidad evangélica logra detener este atentado.
Pero los intentos del clericalismo no se detuvieron, sólo esperaron momentos más propicios; en 1978 logró al fin su propósito, noveles clericalismos, remozadas presiones, y el chantaje frente a una delicada situación internacional, lograron doblar la mano al gobierno militar y éstos, por medio del decreto #776, impusieron un plan de educación basado en la doctrina tomista del bien común, basado en la moral católica. Nadie dijo nada. Los evangélicos divididos por la diabólica promesa de hacer ellos también clases de religión en escuelas fiscales, traicionaron sus propios postulados de la separación total de las esferas de la soberanía de Dios; el estado en la suya y la iglesia en la propia.
Sólo escuché la solitaria voz del anciano don Horario González, pastor Presbiteriano en el Sínodo de Chillan, para protestar por este atentado a la libertad, sólo algunos bautistas se le sumaron, nadie más dijo nada.
Y miren, ustedes, la situación hoy día, hacer clases de religión evangélica en escuelas y liceos fiscales, son casi un chiste de mal gusto.
Ahora, señores, los evangélicos hemos pedido se nos regule nuestro rol ante la ley, sin distinción de credos y formas de fe, hemos pedido una ley de igualdad religiosa, el primer proyecto con falencias y todo era aceptable, la iniciativa presidencial un retroceso escandaloso, el tercero notoriamente más justo, factible de mejorías.
Esta es nuestra historia, larga en años y luchas, épica, heroica, como todas las luchas dadas en búsqueda de la libertad. Y esta es la más sagrada de todas las libertades, la de una conciencia libre, en un estado libre.
1812 -1990
“El día 11 de Julio de 1812, se aprobó la primera Constitución Política de Chile, su redactor fue el primer ministro de los Estados Unidos de Norteamérica ante el gobierno del General don José Miguel Carrera, el presbítero de la iglesia Presbiteriana en Charleston, don Joel Robert Point.
En esta carta fundamental se deja establecido que la religión del estado será “la Católica”, no dice nada de que ésta sea “Romana”, así en este documento se deja abierta la puerta para todas las iglesias cristianas que no están en comunión con la Iglesia de Roma.
Los historiadores chilenos denuncian que este hombre tenía un protestantismo rabioso, inoportuno y ofensivo, También el embajador al diseñar el primer escudo nacional dejó inmortalizada como divisa las mismas palabras que están en el escudo de la calvinista ciudad de Ginebra: “después de las tinieblas la luz”. Fue ésta la primera expresión política evangélica en la naciente República de Chile.
Más adelante y bajo el gobierno del Director Supremo don Bernardo O’Higgins la influencia evangélica aparece de nuevo con la llegada de numerosos extranjeros que vienen a prestar valiosos servicios por causa de la independencia, incluso muchas veces su propia vida. Difícil habría sido la conquista de Valdivia, Chiloé y la independencia del Perú, sin el apoyo, inteligencia y valor de un Simpson, un Thompson, un O’Ryan, o un Tomás Lord Cochrane, y cuántos otros protestantes, estos patriotas prontos pidieron al gobierno poder gozar de la libertad de adorar a Cristo bajo formas más bíblicas que las practicadas en la Iglesia Católica Romana chilena. Pidieron un lugar para sepultar a sus muertos con dignidad, y libertad religiosa.
Así es como O’Higgins trata en 1818 de establecer la libertad de conciencia, aunque sólo para los extranjeros. Después de muchas dificultades y discusiones se logra un lugar en los cerros de Valparaíso para enterrar a los evangélicos no chilenos, Hasta antes de eso, su lugar era la alta mar o los cadáveres parados en los rompientes de las playas. En Santiago sólo se pudo conseguir el basurero público municipal en los faldeo del Cerro Santa Lucía (y esto de noche y sin el consuelo de un ataúd). Cuando los evangélicos pidieron permiso para tener un templo en Valparaíso, el clero y los sectores más conservadores tronaron indignados, el gobierno fue acusado de complicidad con los “herejes”, de querer destruir la santa fe católica, de ser un impío, y por tanto culpable del castigo divino y del terremoto y maremoto que asoló las costas de Valdivia a La Serena. También se le acusó de favorecer el plan bautista Diego Thompson para traer “víboras devorantes” destructoras de la unidad religiosa, como se llamó a los colonos ingleses que él invitaba a venir al sur de Chile. Días después de estas acusaciones, Thompson y O’Higgins salía de Chile para nunca más volver.
Desde 1823, el cónsul inglés en Valparaíso consiguió el permiso para tener dentro del consulado una capilla protestante, pero reservada sólo a los ingleses, se prohibió terminantemente la asistencia a los chilenos, incluidas las esposas chilenas de los extranjeros, se les tomarían presas si insistían en acompañarlos.
Pese a todo, los evangélicos insistieron en sus actividades, el futuro abuelo del almirante Patricio Lynch, don Estanislao, trajo el primer cargamento de Biblias en nuestra historia(500 Biblias en español y 500 Nuevos Testamentos), él y los primeros empresario e industriales del puerto serán los precursores de la obra protestante en nuestra nación.
Hombres como los hermanos Isaías y Guillermo Wheelwight, Juan Brigham, Waldorf, Scott, Gildemeister, y otros banqueros, ferrocarrileros y navieros, escribieron a la facultad de Teología de la Universidad de Princeton en los Estados Unidos para solicitar el envío de un pastor para predicar en inglés y castellano en estas costas.
Así fue como el 25 de diciembre de 18845, llegó el padre y apóstol de la Iglesia Evangélica Chilena, el doctor en teología don David Trumbull, ministro de la iglesia Reformada Calvinista o Presbiteriana de los Estados Unidos. En 1850, se le suma su esposa. Aquí tuvieron nueve hijos, algunos fueron misioneros, abogados, poetas, Pedagogos. Médicos, Periodistas. Estudiaron en Chile y en el extranjero. Varios ingresaron a la política, el mayor fue Diputado y Senador Radical y más tarde, embajador extraordinario en Inglaterra, en tiempos de Balmaceda.
La primera congregación organizada por Trumbull, fue con los marinos que tripulaban los barcos que estaban surtos en la bahía. Su púlpito, un escritorio o algún barril de agua. Su templo. Algún barco anclado. Pocos días después ya se le encuentra predicando a un grupo de veinte personas en los salones del hotel de Chile, en donde tiene su habitación. De allí pronto sería desalojado a investigación del obispo de Santiago. Así la capilla libre #2, como se le llamó, se trasladó a las bodegas del diario “El Mercurio”, de Valparaíso, hasta 1854, cuando se construyó el primer templo de la costa Pacífico Sur. En esta iglesia se congregaron de todas las denominaciones y de todas las nacionalidades.
En 1847, se inició las tareas de evangelización entre los chilenos. Lo hizo por un inteligente medio. Fundó un periódico comercial y por suscripción en inglés para así no infringir las censuras y prohibiciones que podrían costarle la expulsión de Chile por violar la ley y la Constitución. Lo interesante es que la mayoría de los empleados de las casas comerciales y bancos de Valparaíso leían inglés. Así penetró por vez primera el mensaje de libertad religiosa entre los chilenos.
No sólo fue periodista, también se dedicó a crear escuelas. Su esposa fundó las primeras escuelas dominicales, y las escuelas de inglés para señoritas, conocidas como las escuelas populares el clero obligó a cerrar algunas- sin embargo, otras permanecieron, como es hoy el colegio David Trumbull y el Liceo de Niñas #1, de Valparaíso.
En este plano de la educación, Trumbull logró del gobierno la promulgación de la ley que creó el Consejo de Instrucción Pública, en 1879, por medio del artículo #33. Consagrando así la libertad de enseñanza por cien años, libertad perdida cuando las presiones políticas de los clericalismos y las diplomáticas en medio del problema del Beagle, lograron quebrar la mano del gobierno militar, y se promulgó un decreto que restaura las clases de religión en las escuelas fiscales, violando así la separación de Iglesia estado, que la propia Constitución consagra. Los propios evangélicos ayudaron a consolidar ese verdadero atentado al mostrar su incapacidad por la tentación de tener también planes y profesores de educación religiosa en las escuelas fiscales.
Trumbull no sólo creó escuelas básicas, también organizó centros de estudios para que los hijos de los extranjeros estudiaran en Chile y no emigraran fuera de las fronteras. Con los hermanos de la congregación, creó la Escuela de Artesanos en 1857, hoy Colegio Mackay del puerto. En esta escuela estudiaron los ex presidentes de Bolivia, Sr. Billinghurst, del Perú, Sr. Ballivián, y los destacados chilenos Edwards, Délano, y el nieto del presidente de los Estados Unidos, Carlos Van Buren, filántropo y benefactor evangélico de Valparaíso. En Copiapó, los hermanos de ésta congregación, crearon el Colegio Internacional, que trasladado a Santiago, se llamó Instituto Inglés. Casi donado para la creación de la Facultad de Pedagogía de la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación. Todos estos establecimientos han contribuido a formar en Chile una ética cristiana protestante.
Otro de los logros de la época fue la difusión de las Sagradas Escriturada. Desde la creación por Trumbull de las Sociedades Bíblicas de Valparaíso, fue la Biblia el instrumento más eficaz para liberar a millones de compatriotas de las cadenas de la superstición, del pecado y de toda atadura a la conciencia, sólo por medio de la Biblia un hombre puede conocer a su único libertador ¡Jesucristo!.
Esta verdad es tan grande que desde un comienzo, las autoridades religiosas de la época, le declararon la guerra a los reformados por difundir la Biblia entre el pueblo, amenazando a los lectores con la excomunión e instaron a quemarlas como un pernicioso veneno. La lucha fue pública, en las calles se discutía si la Biblia podía ser leída o no. Esto obligó a crear la Sociedad Bíblica en Santiago, y abrir almacenes en el sur y en el norte, todos querían leer el “libro” que tanto susto despertaba en la iglesia estatal. Los empresarios y dueños de la casa comercial Williamson-Balfour, fueron los financiabas que ayudaron al pastor a abrir tiendas y librerías para difundir la Biblia, contratar vendedores viajeros y despacharlas a toda América del Sur. De 1308 Biblias repartidas en 1863, se pasó a 124.000, en 1889, al morir Trumbull. De Chile salieron las Biblias para la evangelización del Perú y Ecuador, para Bolivia y Colombia. Trumbull dijo una vez que “la Biblia es para un cristiano lo mismo que la Constitución para un ciudadano”.
La conquista de lugares públicos para adorar a Dios, fue otra de las luchas épicas que dieran los hermanos del siglo pasado. No era tanto el problema cuando los templos eran privados y sólo para extranjeros, aún cuando los primeros templos luteranos de Puerto Montt y Puerto Varas fueron incendiados y profanados el mismo día de su inauguración. El problema eran los templos para culto en castellano. La resistencia fue feroz ya que se emplearon todos los medios para impedir su construcción, fueran argumentos legítimos o no.
Fueron los hermanos liderados por Trumbull y los germanos, los que dieron épica lucha para esta importante conquista política, civil y religiosa. No olvidemos que la Constitución Política de 1833, en su Art. #5, prohibía expresamente el culto público de ninguna otra que no fuera la Católica Apostólica y Romana. Alegatos en los tribunales, en el Parlamento y en los púlpitos, fueron la música de fondo, mientras los evangélicos levantaban sus primeros templos. Con tapias que impidieran ver la fachada, con prohibición de cantar fuerte o tocar el órgano, sin campanas o símbolos que declararan su uso. Fueron las condiciones que pusieron las autoridades ante la terca e inclaudicable voluntad de los evangélicos y sus pastores para adorar al Señor de la Iglesia en templos dignos de su gloria.
Los ataques a las Biblias, a la predicación entre los chilenos, a los templos, los atentados a las tumbas, y a todo tipo de abusos, encendieron entre los parlamentarios, incitados por los protestantes, la discusión sobre terminar con la tiranía de una iglesia estatal. Los políticos se dividieron por mitades, los que por una parte defendían el monopolio de la Iglesia romana, y por la otra, los partidarios de la libertad de culto, sin restricciones. Creado el ambiente propicio para que la búsqueda de la libertad de culto fuera un asunto público, los evangélicos entregaron a los políticos todo su arsenal de argumentos. Así liberales, radicales, nacionales y masones, se nutrieron de los postulados libertarios de Trumbull y de los colonos germanos del sur. Los escritos y sermones fueron copiados textualmente en los discursos del Parlamento. La lucha fue dura y enconada, los argumentos variados, las pasiones de tal magnitud, que en un momento el propio Presidente de la República, amenazó con renunciar al cargo si no se encontraba una solución armoniosa que respetara la libertad de la minoría, sin dañar a la Iglesia estatal en sus privilegios.
La solución surgió de la interpretación al propio artículo de la Constitución.
Los parlamentarios amigos del evangelio propusieron una ley interpretativa, así la Iglesia oficial seguía siendo pública, pero se otorgaba a los disidentes el permiso para construir templos y escuelas en recintos privados y bajo la responsabilidad de los propios miembros de esas congregaciones. La respuesta no se hizo esperar por parte de los hermanos. El 4 de marzo de 1869, se inauguró el segundo templo en Valparaíso, pues el primero se hizo estrecho. El pastor chileno don Manuel Ibáñez Guzmán, pronunció el sermón de dedicación. A renglón seguido se comenzó a construir templos en Santiago, Copiapó, Talca, Guayacán, Tongoy, Concepción, Talcahuano, Valdivia y varios alrededor del lago Llanquihue, pero junto a los templos aparecieron las congregaciones, y junto a ellas los ataques, los incendios, la intolerancia, las agresiones verbales y físicas. Pero nada pudo ya detener la obra. Surgen las primeras congregaciones chilenas en Santiago, en Valparaíso y otros lugares como Copiapó y Concepción, todas nacidas al alero de las iglesias de los hermanos extranjeros. Hermanos, permítanme decir ¡Así nace la más triunfal marcha que jamás ha visto la historia de Chile!.
Junto con la ley, los templos, las congregaciones, y un pastorado chileno heroico, épico, digno de un mejor destino que el olvido ingrato que hoy los envuelve: Ibáñez Guzmán, Vidaurre,, López, Juan Canut de Bon, y una falange de santos en el Señor, obreros dignos, cultos, respetados y respetables, que hicieron del servicio a su divino amo, la causa primera de su existencia. Hombres que vieron en el pastorado la oportunidad de Servir a la Iglesia de su Señor, sin buscar nunca ni la gloria ni el beneficio, y menos el poder para sí mismo, entendieron desde la hora primera que servir a la Iglesia, es el mayor privilegio que pueda tener un hijo de Dios. Ningún pastor del siglo XIX dio jamás el triste espectáculo de buscar fama, gloria o poder para sí y no para el Señor. Nunca se confundió el servir al Señor con el servirse del Señor y de su Iglesia.
Ahora sí!, Ahora los evangélicos estaban en condiciones de dar la lucha más dura y resistida, extender estos derechos para todos los ciudadanos, sin distinción para terminar con los privilegios aplastantes y asfixiantes que como una lápida fúnebre impedía la libertad plena de la conciencia de los hombres. Como verdaderos cruzados, pequeños en número, pero seguros de que Dios a dado al hombre la libertad para adorarlo de la manera que estime su conciencia, Trumbull y los hermanos extranjeros y chilenos salieron a conquistar este derecho que separa al ser libre del esclavo.
De las luchas políticas libradas por los evangélicos en Chile, ninguna fue tan significativa como la correspondiente al matrimonio civil, libertad básica del hombre a la cual no tenían acceso los chilenos y extranjeros que no tenían la fe del Estado- Solo a título de estrecha concesión, algunos la podían conseguir. El problema era que para la Iglesia Católica el matrimonio es un sacramento indisoluble, sólo que ellos lo podían consagrar y darle validez legal ante Dios y la sociedad civil. Nadie que no fuera casado por la Iglesia Romana y este acto quedara registrado en sus libros, podía decir que estaba unido legalmente. Así los no católicos estaban condenados a que sus uniones matrimoniales fueran declaradas nulas. Los hijos eran considerados bastardos, repudiados socialmente, despojados de los derechos civiles y de herencia, impedidos de ocupar cargos públicos. El estigma de ser “huachos” pesaría siempre sobre ellos.
En los comienzos, los extranjeros se embarcaban en un navío protestante y en alta mar el capellán evangélico consagraba la bendición matrimonial, después en tierra este acto se inscribía en el consulado, así el matrimonio quedaba como realizado en tierra no chilena. Los hijos tenían que nacionalizarse o permanecer como no chilenos. Pronto las autoridades prohibieron este resquicio. Los sacerdotes fueron obligados a oficiar como oficiales civiles, y anotar la unión en el libro de “herejes”. Esto sólo se prestó para abusos de todo tipo. Si uno de los cónyuges, el hombre o mujer había sido bautizado católico en su niñez, se obligaba al cónyuge a renunciar en público a su fe evangélica y proclamar su arrepentimiento por ser “hereje” y tras penitencia de ser bautizado por la fe romana, entregar por escrito los hijos a la Educación de la nueva fe. Así sólo se lograron conversiones fraudulentas, confusión para los hijos y una ira sorda en los corazones de los afectados.
Otros más firmes, al no aceptar este abuso, quedaban sumidos en la vergüenza pública. Más terrible era cuando los dos se habían convertido al Protestantismo. Cuántos abusos, incluso incidentes diplomáticos. La intolencia, impropia de un país que pretendía crecer y prosperar llamando a colonos y comerciantes, profesionales y hombres de trabajo de naciones evangélicas amantes de su fe, de su Biblia, honestos, impregnados de la ética cristiana, y por otro lado, se les impedía constituir familias con hijos del país, procrear hijos cristianos para la grandeza de la patria. Cuántos, después de largos años de sacrificios, de estar ayudando al progreso y la cultura de esta nación, al querer constituir familias chilenas, no les quedó más que abandonar esta tierra, llevándose capitales, su capacidad, su cónyuge y a sus hijos tratados como bastardos, a otras latitudes más humanas y tolerantes.
Fue Trumbull, el incansable ministro disidente, quién se preocupó de inmediato, iniciando una campaña destinada a lograr la derogación de las leyes que impedían la legalización del matrimonio de los no católicos, buscó la promulgación de una ley de matrimonio civil, que permitiera una libertad amplia a toda persona, extranjera o chilena, creyente o no, católico o protestante o libre pensador. Para contraer matrimonio sin prohibiciones de orden religioso. Contó en ésta como en otras ocasiones, con su fiel congregación y la de todos los fieles evangélicos: comerciantes, importadores y colonos avecindados en Chile,
Y muy fundamentalmente con los políticos liberales agrupados en los partidos que hicieron del anticlericalismo su bandera de lucha. Los políticos no sólo se nutrieron de los escritos y sermones de los pastores, sino que de una actitud más leal que la de sus descendientes ideológicos, pusieron sus diarios, periódicos y tribunal al servicio de los ideales políticos de los evangélicos.
Para Trumbull y los protestantes del siglo XIX, jamás hubo descanso, ni dejó de lucharse por la constitución de un estado laico, único tipo de modelo político en que se puede encontrar la plena libertad, y donde los derechos y garantías están consagrados efectivamente por las leyes de la República. Sólo en el estado laico está salvaguardada la libertad de la conciencia y ausente las discriminaciones por causa de las creencias.
Nadie aquí, que tenga un mínimo de conocimiento de la realidad histórica, podrá desconocer que detrás de todo esto está, sin ninguna duda, el espíritu republicano y democrático de los calvinistas, y la tradición libertaria de los presbiterianos y bautistas. Esto fue lo que encontró una acogida más favorable entre los liberales chilenos, al coincidir su pensamiento libertario, con los de la reforma, los unió también la lucha contra el enemigo común: el ultramontanismo religioso y político
A pesar de estas presiones, el gobierno no corrigió esta cruel discriminación, al promulgar el código civil, el 1 de enero de 1851, este cuerpo legal dejo el problema de los matrimonios disidentes sin una solución clara, es más, lo agudiza al dejarlo en manos de la Iglesia estatal consagrando la discriminación del estado y la intransigencia de los papistas.el clero fue un vigilante permanente de sus prerrogativas, incluso cuando los políticos insistían en sacar a relucir el tema, las amenazas de excomunión y presiones de sus propios familiares, no se hacían esperar
Así es como Trumbull, inicia a partir de 1863, una fuerte campaña con toda la publicidad posible y con todos los medios con que contaba los evangélicos para dar una solución favorable a los matrimonios mixtos, sin tener que pasar por la humillación de verse obligado a abjurar de su fe, para poder legalizar su unión matrimonial. Los evangélicos denunciaron con dureza y valentía discriminación atentaba contra la hospitalidad prometida al extranjero, así como la mentirosa igualdad que se les prometía para convencerlos que inmigraran a Chile. Esto deterioró la credibilidad del país en el exterior, se dudó del impulso económico y fue clara la destrucción del amor de esos inmigrados por su patria adoptiva, se denunció las irregularidades de las uniones, y como se prestaba muchas veces para atentados a la sanidad moral de la sociedad, que muchas veces, como los denuncian los protestantes en sus escritos, dejaban a las damas chilenas en la triste condición de concubinas al pretender casarse con los recién llegados. Decía Trumbull: ”si queremos un Chile, con familias prósperas, morales y educadas, que sean ejemplo de amor filial, debemos tener una ley de matrimonio civil, sin discriminaciones para nadie.
Los debates, sermones, escritos, conferencias, discursos, publicaciones de los protestantes, lograron al fin despertar las conciencias de los gobernantes, de los políticos, los cuales pronto requirieron de todo el arsenal de argumentos que los evangélicos tenían. Distintos proyectos de separación del matrimonio de la tutela religiosa y su pase a la del estado, fueron presentados, casi todos inspirados o redactados por las plumas de escritores evangélicos. Por fin el proyecto redactado por el pastor Ibáñez Guzmán, y patrocinado por los parlamentarios Miguel Luis Amunategui, José Tomas Hurtado y Enrique Mac-Iver, se convirtió en ley de la república. Lo apoyo con todo entusiasmo el presidente don domingo santa Maria, el 6 de septiembre de 1883, solo agreguemos que la iglesia católica trono furioso contra lo que considero un “instrumento del protestantismo”, declarando impía y “ un concubinato legal”. Solo en 1925, después de aprobar la separación de la iglesia del estado, acepto la legalidad de esta ley. Corno corolario inevitable de esta ley, obra de las luchas por la igualdad dadas por los reformadores creo con fechas inmediatas la ley de registro civil. Así se puso fin al monopolio de siglos que la iglesia católica tenia sobre los matrimonios, los nacimientos y los muertos.
Los protestantes, siempre hemos tenido un gran respeto por los cuerpos de los muertos y procuramos que tengan una sepultura digna y decente, no tenemos culto a los muertos. Recordamos sus vidas como se recuerda un regalo de la gracia de dios, su memoria nos inspira en la lealtad que tuvieron para su señor, y por la cual muchos dieron su vida por él. Para la iglesia romana, los muertos son sagrados t por lo tanto, también sus cementerios, los cuales no pueden ser profanados contaminándoles con cadáveres de impíos, pescadores, suicidas o herejes con los de ningún condenado por las leyes canónicas. Si un sacerdote en un gesto de misericordia oficiaba un ritual fúnebre, en donde haya esta situación, el cementerio quedaba maldecido y el sacerdote excomulgado. ¿El delito?. Haber violado el campo santo. La tan orgullosa ciudad de Santiago en el siglo XIX vio mas de una vez el macabro espectáculo de jaurías de perros hambrientos disputándose los restos humanos de los suicidas, criminales o herejes, que botados en el costado del cerro santa lucia, en el sitio del basurero publico (como ya he señalado anteriormente)
Desde 1821, los hermanos extranjeros de Valparaíso, contaron con un cementerio propio, para no tener que botar sus cadáveres en alta mar, o enterrados parados en los rompientes de playa ancha. Los tratados internacionales firmados por Chile con las naciones protestantes permitieron esto, comprar algún paño de terreno para este piadoso uso. Lo mismo ocurrió, aun cuando con algunas dificultares con los cementerios de los colonos germanos en sur. ¿Pero que de los conversos, los no extranjeros? La solución temporal fue brindarles acogida en los cementerios de disidentes, pero no era la solución real. Por lo tanto, los protestantes se empeñaron en otra de sus luchas épicas, cementerios de propiedad del estado, para sepultar a todos sin distinción, sin discriminación y con dignidad. la resistencia de la iglesia oficial fue como en todos los otros casos, duras, fuerte, sin misericordia. Vieron el control de las tumbas como algo mas que un asunto doctrinal, ¿ quien controla las tumbas, controla la muerte, controla entonces la vida y quien controla la vida controla la conciencia, y pasa a ser custodio y guardián de la eternidad o del infierno?
Contra este abuso se levanta la iglesia reformada chilena, junto a sus pastores, campeones de la libertades civiles, logra que los políticos que luchan a su lado, también se comprometan en su logro. Seria muy lato relatar aquí los macabros episodios de esta pugna; muertos lanzados a los caminos, entierros simulados, sepulturas clandestinas, todo tipo de escándalo indigno de una nación que hacia alarde de civilizadas solo digamos que por la ley de don domingo Santa Maria, el 2 de agosto de 1883, se separa a los cementerios de la tutela de la iglesia católica y se pasaron a la administración del estado
Así hermanos, los dos primeros pasos estaban dados. la libertad de practicar la fe evangélica y tener escuelas propias en forma privada, y una legislación que terminaba con odiosas discriminaciones, pero eso no lo era todo. Faltaba el reconocimiento legal a la existencia de la iglesia protestante chilena. Trumbull que nacionalizo chileno, en cumplimiento de un voto solemne; de que cuando en Chile se gozara de libertades civiles pediría ser admitido como un chileno mas. pidió a su amigo el presidente Balmaceda la solicitud de la personería jurídica para la iglesia chilena. Esto era totalmente contrario a la constitución chilena, era ilegal desde todo punto de vista, pero el espacio logrado con heroísmo ejemplar por los reformadores y sus lideres, hicieron de la prohibición constitucional solo letra muerta. el 5 de noviembre de 1888, la iglesia evangélica chilena obtuvo su personería jurídica. en su declaración de principios no se oculta sus propósitos”: fomentar la instrucción ejercer y promover el culto según la religión cristiana reformada las doctrinas de las sagradas escrituras”
Pero hay que tener cuidado con estas libertades, siempre son frágiles; si no se cuidan, si no sé consolidan, si no se defienden ante el primer asomo de peligro. pensar lo contrario, es un acto de candidez estúpida. El enemigo de nuestra fe no duerme y menos aun cuando siente que cada vez pierde terreno frente a quienes considera que no tiene derecho alguno a ser cristiano y proclama su única exclusividad como cristianos
Por este motivo los protestantes, si complejos de ningún tipo, y solo mirando a dios soberano y dueño de todas las cosas, y proclamando que él es el único soberano y señor, no desdeñaron usar todos los medios legítimos, y a veces con dudas sobre su legalidad, para dar a la iglesia y a todos los que viven en su patria, los derechos mas sagrados a los que puede aspirar un hombre”: la libertad de conciencia y de culto” sin discriminación de ningún tipo. Así es como desde muy temprano los evangélicos protestante y sus pastores se unieron a las filas de los que como ellos buscaban la conquista de este mismo derechos. pregunto¿ cómo no estar en las filas de los radicales, nacionales o liberales, si los evangélicos eran por su doctrina los mas éticos, laboriosos, morales y con una experiencia enraizadas en naciones en donde la libertad no es una novedad que asuste a los timoratos ni a los cobardes, en donde la primera escuela de democracia y republicanismo, la escuela del deber y la obediencia sin tiranías, es el templos la iglesia? En donde desde niño se hace la platica del deber, el respeto, el amor a la verdad y al trabajo? .Si los evangélicos somos llamados a ser ciudadanos modelos de los cielos, ¿ cómo ni ser vigías atentos y conductores en la sociedad civil? ¿ O acaso dios nos llamo a ser faro de la eternidad y oscuridad en la tierra? Así fue entonces, que con una conciencia clara, los hermanos continuaron atentos, desde la primera fila, vigilando esta libertad tan duramente conquistada
En el año 1891.el triunfo de la causa liberal, y de la iglesia evangélica protestante era casi competo, solo quedaba el sueño de la separación definitiva de la iglesia. pero este es un sueño que tardar en llegar ¡ si es que alguna vez ha llegado realmente!
La sociedad chilena tuvo que luchar bastante para lograr la emancipación espiritual frente al clericalismo encarnado en la iglesia oficial. Frente a este laicismo militante de los grupos más libertario de la nación, se levanta la figura señera del arzobispo católico don Rafael Valentín Valdivieso, es el hombre que transformara el alma del catolicismo chileno en un partido conservador y que dejara plantada las semillas de organizaciones clericales, comprometidas con la causa del sometimiento de la sociedad a su iglesia, y principalmente con la organización de grupos políticos y sociales afines a sus intereses.
Desde ese mismo momento la iglesia oficial, no dejo nunca de procurar dominar o influir lo suficiente para impedir que las ideas no concordantes con sus postulados lograran algún grado de influencia en la sociedad chilena. Así es como ordenes religiosas e instituciones creadas ex profeso fueron y siguen siendo instrumentos eficaces para el dominio y control de las conciencias de la sociedad chilena.
La iglesia Romana y sus partidos instrumentales comenzaron la campaña para detener la propagación de la fe protestante y para impedir que continuaran llegando colonos evangélicos. Para vigilar estrechamente la educación publica y ejercer su control, controlar la censura previa de todo lo relacionado con la religión y las iglesias, y paralelamente con ello, captar y liderar a los grupos dirigentes de la sociedad, así como mantenerlos dentro de la Iglesia Católica Romana.
Es ese clericalismo militante y agresivo, el que llevara a la Iglesia Romana a sostener su propio partido político, poniendo toda su influencia social y económica a su servicio; la Compañía de Jesús, será la encargada de darle consistencia y vigor a su ideología, llegando muchas veces a imponer sus propios candidatos a la presidencia de la república.
Este es el escenario al despuntar el siglo XX, ya habían logrado que Balmaceda no promulgara la separación de la iglesia del estado, aun cuando será la propia Iglesia la que lo combatirá en la revolución de 1891, y la misma actitud tomará la Iglesia Evangélica frustrada por lo mismo, apoyará a los que lo derrocaron.
Antes de morir en 1889. el anciano líder de los protestantes, hacía un descarnado análisis de los liberales, radicales, y otros participantes de la sociedad nacional: “¡Ah, es que en estos tiempos que corren, ya nadie reclama más que aquello que puede afectar sus propios y particulares intereses y nadie se cuida más que en dar satisfacción a su egoísmo. Es que vivimos en una sociedad positivista, en la cual se miden las libertades, no por los beneficios y ventajas que reportan en el orden material. Libertad que no trae ninguna ventaja aparente, palpable, lucrativa. Libertad que se desconoce, libertad que no se respeta, libertad que favorece al partido, a una profesión, a un oficio, a una empresa o compañía que se traduce inmediatamente, por las ganancias de resultados prácticos, libertad que se abrirá paso... Pero la libertad religiosa no pertenece a ese orden. Las reformas al Art. #5 de la constitución no llevará a las arcas del tesoro ni un centavo y en cambio puede ocasionar serios disgustos al gobierno en sus relaciones con la santa sede y la Iglesia Católica. El que se desconozca al ciudadano el derecho a profesar la religión que más le convenga, sin trabas ni impedimentos de ninguna clase, no aumenta ni en un peso las rentas anuales de los banqueros, ni las arcas del estado, ni da trabajo a médicos o abogados. Este es el lado más flaco de la libertad religiosa. Busquen ustedes una fórmula, si es que existe, en virtud de que la libertad religiosa satisfaga estas demandas, y antes de 24 horas la reforma sería una realidad más o menos ficticias; pero al fin y al cabo realidad, las principales libertades políticas, todavía en Chile no se ha logrado borrar la diferencia que hay entre los que siguen la religión católica y los que no la siguen. Todavía no pueden gozar de la plenitud de sus derechos los que no creen en el culto a la virgen Maria...”.
Esta dura reacción del octogenario pastor Trumbull, es producto de una cruel realidad, los sectores políticos laicistas, descubrieron pronto lo que la iglesia católica había hecho con el partido conservador: instrumentar el problema para sus propios intereses, tener el apoyo de los influyentes grupos evangélicos, pero sin arriesgar elementos de ruptura con la también poderosa e influyente iglesia Católica Romana, ese es el motivo principal que los llevó a no legislar en el momento, y separar la Iglesia del Estado, y consagrar así, la libertad pública de todas las creencias.
Otro elemento que oscureció la postura de los evangélicos, es que mientras los sectores clericalismos con su iglesia a la cabeza, actúan de una manera monolítica, los partidos laicistas comenzaron a marchar cada vez más desunidos, sin mayor cohesión. Empujados por sus propios apetitos de poder, así fue como estalló el conflicto que hundirá el sistema presidencial, con la revolución contra Balmaceda. El problema de la libertad de cultos, plena y absoluta, y no sólo por la vía de la concesión, de derecho y no sólo de hecho, pasó a segundo plano, y ni siquiera las autoridades políticas de fe evangélica pudieron hacer mucho.
Bueno es conocer que desde muy temprano los evangélicos se preocuparon de ejercer sus derechos políticos, y no sólo ejercerlos. También se involucraron, para así ser una voz válida dentro del mundo político y un muro eficaz contra los embates de sus derechos, buscaron que el país gozara de libertades a las semejantes en otras naciones. Trumbull decía: “Chile es uno de los países que tiene mejores códigos, pero sólo gana las cuestiones el que tiene santos en la corte... La cuestión más segura se pierde invariablemente si se incurre en el desagrado de las autoridades... No son buenas leyes las que necesitamos, esas ya están casi todas, lo que este país necesita son HOMBRES DE PRINCIPIOS, no inconsecuentes, con los que hoy prácticamente dominan en todas las esferas, en donde miramos las alianzas más extrañas”.
Estas palabras publicadas más tarde en el periódico evangélico “El heraldo”, en 1892, eran para denunciar las componendas de la ley de la comuna autónoma. Días después escribían contra la descarada intervención electoral del clero, el caciquismo de los políticos, el cohecho del ejecutivo y los abusos engañosos del propaganda política en los medios populares, se repartía licor a los obreros y a renglón seguido se condenaba los vicios de los campesinos. Los evangélicos nunca temblaron en denunciar estos hechos, o cualquier acto público inmoral que mereciera condenación.
Pero no sólo denunciantes pasivos fueron nuestros hermanos; entraron al sistema para dar la lucha desde dentro, para no ser acallados por el silencio culpable o la censura solapada. Fueron los luteranos del sur los primeros en dar el ejemplo. cuando se entregó a las municipalidades la facultad de determinar las clases de religión; presentaron sus propios candidatos al municipio, el resultado fue óptimo. En Puerto Montt, de doce cargos, los luteranos ocuparon siete, Lo mismo ocurrió en Osorno, La Unión, Valdivia, y otros lugares, en esta última ciudad se eligió el primer evangélico como diputado, don Víctor Korner Anwanter, médico y miembro del directorio de su iglesia. Lo mismo ocurre en Talcahuano con la elección de don Ricardo Trumbull como diputado, no sólo políticos, también líderes sociales: entre los cuatro primeros miembros de la Iglesia chilena de Santiago, está don Ambrosio Larracheda, fundador del partido demócrata, líder del movimiento mutualista y de las primeras mancomunares obreras de la historia social chilena. La iglesia siempre los apoyó, en los salones evangélicos se organizaron los primeros sindicatos de lancheros, cocheros, de artesanos y de veteranos de las guerras de 1836 y 1879.
Lucharon organizadamente en contra de las lacras del alcoholismo, la ignorancia y la falta de higiene. Desde un lejano 1867 los evangélicos dan estas luchas. En 1877, el médico protestante don Francisco Galleguillos Lorca denuncia las condiciones inhumanas de miseria y explotación en que viven los mineros del Norte Chico; se traslada a vivir con ellos y funda una escuela para que aprendiendo a leer salgan de sus miserias; instruidos puedan organizar mejor defensa de sus derechos. No sólo la evangelización fue la preocupación de las primeras congregaciones, también se preocupó de sus condiciones materiales, se formaron sociedades de higiene y moral, ligas de temperancia, asociaciones obreras de salubridad, dispensarios, mutuales, agrupaciones de veteranos de las guerras. Mutuales obreras para la educación y participaron junto a don Fermín Vivaceta en la creación de una universidad popular. Curioso resultaría esto hoy, pero todas estas organizaciones y actividades, nacieron al amparo de iglesias evangélicas que agrupaban a la burguesía más pudiente en lo económico y más destacada en lo social.
Esta dura lucha continuó en los días de don Arturo Alessandri, electa como el primer presidente representante de las capas medias de la sociedad. Los evangélicos se comprometieron con él, y una vez electo cumplió con lo prometido. En 1925 la Iglesia Católica y el estado chileno se separaron. La constitución consagró esa separación. La Iglesia Romana conservó, más por herencia que por derechos consagrados, un orden de privilegio protocolar que no está consagrado en ninguna ley. La constitución fue muy clara al establecer la igualdad ante la ley, el trato y las costumbres, sólo dejó como límites los que consagra la misma ley en cuanto a la moral y las buenas costumbres.
En 1944, los estertores del viejo clericalismo se hacen presente de nuevo cuando el Senador conservador Muñoz Cornejo intenta imponer una ley obligando a los empleados públicos a ser enseñados en clases de religión Católica. Fue derrotado por el literato de un grupo de jóvenes evangélicos encabezados por Horario González, Honorio Espinosa, y el diputado bautista por Cautín Roberto Contreras Galas. Este intento reaparece en 1966, cuando el gobierno de esa época trató de imponer de nuevo la religión católica en las escuelas fiscales. Los ya más viejos jóvenes del 40, dan de nuevo la lucha, la unidad evangélica logra detener este atentado.
Pero los intentos del clericalismo no se detuvieron, sólo esperaron momentos más propicios; en 1978 logró al fin su propósito, noveles clericalismos, remozadas presiones, y el chantaje frente a una delicada situación internacional, lograron doblar la mano al gobierno militar y éstos, por medio del decreto #776, impusieron un plan de educación basado en la doctrina tomista del bien común, basado en la moral católica. Nadie dijo nada. Los evangélicos divididos por la diabólica promesa de hacer ellos también clases de religión en escuelas fiscales, traicionaron sus propios postulados de la separación total de las esferas de la soberanía de Dios; el estado en la suya y la iglesia en la propia.
Sólo escuché la solitaria voz del anciano don Horario González, pastor Presbiteriano en el Sínodo de Chillan, para protestar por este atentado a la libertad, sólo algunos bautistas se le sumaron, nadie más dijo nada.
Y miren, ustedes, la situación hoy día, hacer clases de religión evangélica en escuelas y liceos fiscales, son casi un chiste de mal gusto.
Ahora, señores, los evangélicos hemos pedido se nos regule nuestro rol ante la ley, sin distinción de credos y formas de fe, hemos pedido una ley de igualdad religiosa, el primer proyecto con falencias y todo era aceptable, la iniciativa presidencial un retroceso escandaloso, el tercero notoriamente más justo, factible de mejorías.
Esta es nuestra historia, larga en años y luchas, épica, heroica, como todas las luchas dadas en búsqueda de la libertad. Y esta es la más sagrada de todas las libertades, la de una conciencia libre, en un estado libre.
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